La economía mundial se desliza hacia una nueva crisis, con Grecia como epicentro y varios otros países europeos con síntomas de contagio.
La crisis europea de la deuda cuestiona el mito de que esos países están económicamente bien gestionados, que no hay prácticamente riesgo en prestar a esos gobiernos y que los países dentro de la Zona euro son especialmente Seguros en la medida en que cualquier nación en problemas sería ayudada por las demás.
Varios gobiernos europeos acumularon grandes deudas y debieron refinanciar o emitir nuevos bonos para pagar antiguos préstamos y financiar nuevos déficit presupuestales.
Grecia ha estado tratando de conseguir créditos nuevos para evitar la cesación de pagos de préstamos que vencían este mes. Durante meses procuró conseguir préstamos de los países de la Zona euro y el FMI, a tasas menores que las del mercado.
Standard & Poor’s rebajó la calificación de la deuda griega a la categoría de “bono basura”, al igual que las de Portugal y España. Esto creó una situación de pánico hasta que una propuesta final de la Zona euro y el FMI calmaron los ánimos el fin de semana pasado.
Aún así, algunos economistas han concluido que a la larga o a la corta Grecia necesitará una reestructuración de sus deudas y que habrá que hacer un recorte o pago parcial a los acreedores y tenedores de bonos.
La crisis puede ser grave, ya que los bancos europeos tienen una exposición de 189.000 millones de dólares a los préstamos concedidos a Grecia y hay temores de que la crisis pueda contagiarse a otros países.
Según datos de la OCDE, en 2010 la deuda pública en proporción al PIB es de 95% para Grecia, 63% para Portugal, 42% para España y 38% para Irlanda. Y el déficit fiscal es de 9,8%, 7,6%, 8,5% y 12,2% del PIB, respectivamente.
A cambio de los préstamos, se exige a Grecia que recorte drásticamente el gasto fiscal y los salarios, congele los cargos públicos, revise los sistemas de pensión y cierre algunas entidades estatales.
Los países del Sur deben aprender de la crisis europea.
No cabe esperar que los gobiernos puedan casi automáticamente refinanciar sus deudas o compensar exitosamente nuevos bonos a tipos de interés razonable. Deben ser disciplinados en el manejo de las finanzas públicas y en poner límites al déficit y las deudas. También debe haber una nueva regulación de las finanzas que evite el excesivo apalancamiento, la especulación y las prácticas carentes de éticas.
Con información de "La Primera"
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