domingo, 24 de octubre de 2010

El Señor no tiene partido

En las últimas décadas, la presencia del Señor de los Milagros ha dejado huella en la escena política nacional. Muestras sinceras de devoción y usos oportunistas marcaron la pauta.

Durante el primer recorrido del Señor de los Milagros, en octubre de 2002, un reportero de la revista “Caretas” se acercó al entonces candidato a la Alcaldía de Lima Luis Castañeda y le preguntó qué milagro le pediría al Señor. “Que Toledo reconozca a Zaraí”, respondió. Una semana después, el presidente Alejandro Toledo se asomó por uno de los balcones de Palacio de Gobierno. Esperó parado 15 minutos hasta que la imagen sagrada se apostó frente a él. Se hincó reverente y luego depositó dos arreglos florales. Eran las 11:15 de la mañana. A las 11:32 Lucrecia Orozco confirmó el rumor. Tras 14 años de litigio judicial, Toledo había reconocido a su hija. Milagro, al fin.

Es cierto que la esperada reconciliación no pudo encontrar mejor fecha que el 18 de octubre, día del Señor de los Milagros, pero, valgan verdades, la conciliación se inició con anterioridad. El 15 de ese mes, monseñor Luis Bambarén envío una carta a Palacio en la que le suplicaba al mandatario que reconociera su paternidad no por un mandato judicial sino por un “imperativo moral, ético y humano”. Dos días después, se produjo el encuentro de ambas partes en la parroquia Virgen de Fátima. La cita, tensa y agotadora, concluyó pasada la medianoche. La propia Zaraí confesó, en su momento, que al inicio los dos estaban a la defensiva, pero conforme pasó el tiempo, la tensión se disipó. “Quiero saber si esto lo haces como estrategia política. ¿Crees realmente que soy tu hija?”, preguntó, y según su testimonio, Toledo miró el crucifijo y contestó: “Si estoy sentado aquí es porque lo creo”. Al día siguiente de hacer pública su paternidad, con aquel recordado “buenas noches, Zaraí”, la aprobación del mandatario pasó de 14 a 20% según Apoyo. Otra obra del cielo.

UNIDOS POR LA DEVOCIÓN
No cabe duda de que la presencia de nuestro patrono espiritual en el escenario político nacional nunca ha perdido vigencia. El propio presidente Alan García es desde hace 20 años miembro de la Novena Cuadrilla de la Hermandad del Señor de los Milagros, el ex alcalde Castañeda fue declarado hermano honorario benefactor y el congresista Jorge del Castillo perteneció a la undécima cuadrilla hasta hace algún tiempo. Así, entre cánticos y olor a incienso, el fervor religioso ha servido para que políticos de todas las tendencias dejen de lado las discrepancias y se unan por la fe.

En 1998, vimos a los congresistas Víctor Joy Way, Henry Pease, Carlos Torres y Torres Lara y Daniel Espichán cargar juntos las sagradas andas. Espichán es miembro de la vigésima cuadrilla hace 48 años. En 1996, el recordado Alberto Andrade cargó por primera vez al Cristo. Cuando terminó el recorrido de 100 metros, los periodistas le preguntaron si le pareció muy pesado. Muy emocionado respondió: “Ha sido un honor. El peso no se siente cuando se carga con devoción”.

Hay quienes, como Andrade, llevaron ese mismo fervor más allá de la muerte. En junio del 2002, miles de personas formaron largas colas en la Catedral de Lima para despedir al ex presidente Fernando Belaunde. Todos se llevaron de recuerdo la imagen del querido mandatario reposando, sosegado, con un rosario entre las manos, un detente del Señor de los Milagros y una foto de su amada Violeta Correa descansando eternamente sobre su pecho.

EL LADO POLÍTICO
A pesar de las muestras sinceras de fe, la presencia del Cristo de Pachacamilla no ha estado exenta del vaivén de la política en las últimas décadas. En “El pez en el agua”, Mario Vargas Llosa afirma que en la campaña presidencial de 1990, “el tema religioso ocupó el centro del debate electoral”. El Nobel de Literatura recordó que el Apra encontró un artículo suyo sobre la huachafería titulado “¿Un champancito, hermanito?”, (una frase burlona sobre la procesión del Señor de los Milagros) y lo usó para criticarlo por su agnosticismo.

“Alan García, que, para mostrar al pueblo peruano lo devoto que era, se vestía de morado en octubre y cargaba el anda con expresión de pecador contrito, se apresuró a declarar a la prensa que yo había ofendido gravemente a la Iglesia y a la más cara devoción del pueblo peruano”, escribió Vargas Llosa.

Sin embargo, la Iglesia se mostraba preocupada por el apoyo evangélico que recibía la candidatura de Alberto Fujimori. “Estos ciudadanos no comparten nuestra fe, han manifestado su deseo de romper nuestra unidad”, escribió indignado el arzobispo de Lima, monseñor Augusto Vargas Alzamora, quien de forma insólita sacó a las calles el anda del Señor de los Milagros en mayo (en plena segunda vuelta) como un “homenaje a la Virgen de la Evangelización”. El implícito apoyo a Vargas Llosa fue reprobado por el obispo de Cajamarca, monseñor José Dammert, quien criticó al cardenal por “revivir un catolicismo de cruzada” valiéndose de una imagen santa.

Uno de los últimos hechos matizados por la polémica ocurrió en octubre del 2000. Monseñor Bambarén convocó a personajes de todas las tiendas políticas a una misa por el Perú ante la imagen sagrada en Las Nazarenas. El objetivo era reanudar la Mesa de Diálogo, auspiciada por la OEA. Seis días después, el arzobispo de Lima, Juan Luis Cipriani, mostró su desacuerdo. “Espero que nunca más se vuelva a repetir. Nunca más debe quedar al servicio de ningún tipo de grupo ni de nada político. ¡Nunca más!” señaló. Sin embargo, también admitió que, a pesar de su malestar, reconocía que hubo buena intención.
Con información de "El Comercio"

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