domingo, 7 de noviembre de 2010

César Hildebrandt: Hora decisiva para el APRA

Alan García tiene un sentido mafioso del calendario.

El mismo día en que empezaba el juicio de Accomarca -asesinato de 69 campesinos perpetrado por el teniente del ejér­cito Telmo Hurtado y su pandilla de forajidos- él ponía la primera piedra del monumento al Lugar de la Memoria, esa ocurrencia con la que el pre­sidente pretende lavarse las manos que le cho­rrean sangre (a pesar de falsas prescripciones firmadas por su servidumbre judicial).

Es curioso que el Lugar de la Memoria haya nacido gracias a un ataque de amnesia. Ese ata­que hizo que Mario Vargas Llosa olvidara quién era el García que le sonreía en Palacio de Gobier­no, de dónde venía la sangre fria del hombre que lo convenció para que prestara su enorme pres­tigio a la causa de la desinfección presidencial, de qué fuente de inagotable cinismo procedia la novísima preocupación de García por la reconciliación nacional, la armonía democrática y los derechos humanos.

¿Recordaría Vargas Llosa quién era el García al que despedía con una enorme sonrisa en la puerta de Palacio? ¿Se daría cuenta de que lo que estaba haciendo era no sólo desmemoriado sino insultante para cientos, sino miles, de victimas?

¿García poniendo la primera piedra del monumento que recordaría los excesos brutales de Sendero, los crímenes de Estado que debimos castigar también? Es como si el Monumento a la Paz que se yergue en Hiroshirna hubiese sido inaugurado por Truman, el presidente americano que ordenó el exterminio de la ciudad.

Y ahora, una pregunta pertinente: ¿Por qué Fujimori está preso y García no?
Vamos al grano: García no fue el autor mediato de la ma­tanza de El Frontón, Lurigancho y Santa Bárbara. Garcia fue el autor intelectual directo e inequivoco de esa masacre. Fue el caudillo y el fusil, la decisión y el gatillo, la orden y la ráfaga, el grito y la sangre a la vez. Fue, en suma, un asesino.
Y esto es historia.

Las actas del Consejo de Ministros del 19 de junio de 1986 señalan textualmente: ”Siendo las 19.00 horas el Señor Presidente de la Repú­blica, Alan García Pérez, abrió la sesión señalando que el orden había sido restablecido y la autoridad restaurada a un costo muy elevado de muertos.

Manifestó asimismo que queda un precedente de cómo debe actuar un gobier­no democrático en el marco de la ley, pero con autoridad para restablecer el orden. El saldo de la acción es lamen­table pero ha servido para demostrar al pais que la au­toridad del gobierno se ha impuesto. El Señor Presidente de la República expresó en esas circunstancias su felicitación al Comando Conjunto de las Fuerzas Armadas por el cumplimiento eficiente de lo dispuesto por el gobierno.

Señalando asimismo que de acuerdo a la ley 24150, que establece las fórmulas jurídicas en estados de excepción, la jurisdicción en este caso le corresponde al Fuero Mi­litar, por lo tanto se dispuso que a partir de esa misma tarde los jueces civiles ya no ingresen a los penales ni a las zonas aledañas declarándose los penales como zonas restringidas, prohibiéndose los accesos a civiles”. No sólo crimenes de prisioneros rendidos o desarmados: encubri­miento desde las más altas esferas.

De resultas de las órdenes de García murieron los 124 presos senderistas del Pabellón Industrial de Lurigancho, 118 de los 152 reclusos de El Frontón y 2 de las 64 internas del penal Santa Bárbara.

Javier Valle Riestra, que se reclama aprista de alcurnia, escribió estas frases en un famoso articulo titulado “Alan: cui­dado con el juez Garzón”.

Cito: “La vanidad herida porque hubie­se acontecido aquello estando reunida en Lima la Internacional Socialista durante su XVII Congreso, precipitó la demencia presidencial de desatar un holocausto, creyendo consolidar así un apromilitaris­mo”.
Y añadió, párrafos más adelante:

“Ni Pinochet ni Videla tuvieron un papel de autoria tan directo en los crímenes cometidos en el estadio de Santiago, en la Operación Cóndor, en el lanzamiento al espacio de sospechosos de extremismos izquierdistas…”.

Y es ese García el que, con la boba co­operación alemana y el respaldo de los amigos de Vargas Llosa, se ha lucido este jueves inaugurando lo que será, sin duda, el monumento a una memoria oficial, parcial, reduccionista y cómplice. (Habria que ir pensando en un monumento a la Memoria Omitida).

Es el mismo García que impone a Mercedes Aráoz como su candidata. Quizá sabiendo que de ese modo, fragmenta aún más las can­didaturas del 2011 y favorece a quien es, en verdad, su favorita: Keiko Fujimori, la hija del hombre al que García le debe su regreso, la impunidad y el dulce martirologio a la espera de la falsa prescripción que lo protege y que podria ser levantada por cualquiera menos por quien. como pri­mera medida, deberá indultar a su padre.

¿Tolerará el APRA esta vergüenza?
Seguramente que si. El APRA es ahora la alcoba de García y allí reina este campeón de las promiscuidades.

Pero hay otras cosas en juego: la señora Aráoz es muy amiga de Chile y enemiga de las Fuerzas Armadas del Perú, a las que reduciría a una condición aún más indi­gente; es enemiga del gasto social, que con ella sería mu­tilado ene veces; es enemiga del salario mínimo y de los derechos sindicales. O sea: podría hacer el trabajo sucio del liberalismo paporretero que hoy García ha adoptado como religión.
Pero como la señora Aráoz no candidatea para ganar sino para impedir que Castañeda se dispare y para asegu­rarle a Keiko la segunda vuelta, entonces su rol, maquina­do por García, resulta perfecto.

La única que no sabe que la señora Araoz es un ins­trumento ocasional de la aritmética alanista es la señora Aráoz, que se ha creído La Pasionaria de Alfonso Ugarte pero que no es más que otra muy respetable señora de altas cualidades.
Hora decisiva para el APRA.
Con información del Semanario "Hildebrant en sus Trece"

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