jueves, 16 de septiembre de 2010

Acaba la época de los caudillos ediles

Lourdes Flores y Susana Villarán prometen un nuevo estilo de gestión. Las candidatas a Lima reditúan el viejo duelo entre Bedoya y Barrantes.La historia es circular, piensan algunos. Veinticuatro años después, el PPC y la izquierda se ven las caras nuevamente. La última vez que sus líderes se disputaron la Alcaldía de Lima con claras chances de ganar fue en 1986, cuando Luis Bedoya Reyes y Alfonso Barrantes animaron unas elecciones, que terminó ganando Jorge del Castillo gracias al padrinazgo del por entonces muy popular Alan García.

Hoy, Lourdes Flores y Susana Villarán, las hijas políticas del “Tucán’ y de “Frejolito’, respectivamente, los invocan en sus mensajes de campaña, los citan como mentores y prometen continuar su legado.

EL OUTSIDER
Del Castillo fue el último alcalde de perfil claramente político. En 1989, el desprestigio de los partidos tradicionales y cierto nihilismo desatado por la crisis económica volcaron los votos hacia el animador de TV Ricardo Belmont, quien en ese momento era lo fresco, lo nuevo, lo diferente.

Aunque en 1989 ganó la Alcaldía de Lima y casi nada más, para 1993 la crisis de los partidos era tan profunda que el movimiento político del “Hermanón’, OBRAS, le arrebató a la izquierda las alcaldías de los distritos más populosos de Lima.

En sus dos períodos, Belmont construyó importantes obras viales, pero también instaló un mito: ser un buen alcalde significaba dejar grandes obras de concreto. Eso parecía más importante que tener una visión clara de cómo debía crecer la ciudad.

El sucesor de Belmont era un joven alcalde, de Miraflores, quien había dejado las filas del PPC para fundar su partido propio. Alberto Andrade puso orden en el Cercado de Lima, reubicó a los ambulantes y fue el gran responsable de la recuperación del Centro Histórico de la ciudad.

Como su predecesor, tenía un perfil apolítico. Carente de cuadros partidarios a su lado, se rodeó de un grupo de abogados amigos con quienes gobernó la ciudad con mano firme, hasta que en 2002 los limeños votaron contra su segunda reelección.

Durante los noventa, la izquierda de Barrantes y el PPC de Bedoya languidecieron. Los viejos aliados de “Frejolito’ nunca recuperaron el arrastre popular de antaño y se atrincheraron en espacios sindicales donde mantuvieron sus viejos dogmas ideológicos. Los herederos del “Tucán’, en tanto, se limitaron a ver cómo algunos de sus mejores cuadros desempeñaban cargos ediles bajo otras camisetas políticas.

PERSONALISTA
En 2002, el PPC vivió un renacimiento en el plano municipal al formar Unidad Nacional, que llevó a la victoria a Luis Castañeda en Lima y se ubicó como la gran alternativa a Somos Perú. Castañeda profundizó los rasgos más caudillistas de Andrade.

La suya –según Meléndez– ha sido una gestión pragmática, personalista, de perfil bajísimo y en la que los canales de transparencia y acceso a la información han estado totalmente ausentes. No es casual que sea uno de los alcaldes de Lima más cuestionados por hechos de corrupción en la historia.

Hoy, Flores y Villarán prometen un cambio en el estilo de gobierno. Ambas, herederas de Bedoya y Barrantes, encabezan organizaciones de tradiciones ideológicas claramente marcadas (el social cristianismo y el socialismo), pero desde una perspectiva liberal.

Sus planes de gobierno proponen una visión integral de la ciudad que va más allá de la obra de concreto. Y han coincidido en que su gestión no será personalista y que tendrán las puertas abiertas para todos.
Con información de "Perú 21"

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