lunes, 28 de marzo de 2011

Crean una sinfonía sobre la Virgen María que une a judíos y cristianos

Fue interpretada al final de una convivencia con 250 obispos de todo el mundo en Israel.


Un nuevo lazo de unión entre judíos y cristianos ha irrumpido con fuerza en Israel gracias a una sinfonía interpretada por 150 músicos del Camino Neocatecumenal sobre el tema del sufrimiento de los inocentes y bajo el título «La espada», en referencia a la espada que atraviesa el alma de la Virgen María bajo la Cruz.

Fue interpretada al final de una convivencia con 250 obispos de todo el mundo en Israel. Durante varios días se han reunido en la Domus Galilea, un centro de formación, retiro y estudios situado en el Monte de las Bienaventuranzas, junto al Lago Tiberiades.

El pasado lunes, en el auditorio donde tuvo lugar la celebración se encontraban más de 50 obispos de EE UU; 20 de Brasil y otros muchos de diversas naciones: Canadá, Australia, Holanda… acompañados de algunos cardenales, entre ellos el de Viena; el de Boston; el de Caracas; de Sidney; de Palermo; el antiguo presidente del Pontificio Consejo Cor Unum, Josef Cordes, y el secretario de la Congregación de los Obispos, Manuel Monteiro de Castro. Las principales autoridades del país también quisieron escuchar la pieza. Allí se dieron cita el director del Ministerio de Turismo, Raphael Ben Hur; el alcalde de Galilea, Aaron Valency y David Rosen, en representación del gran rabinato de Jerusalén.

El sentido de la obra
Kiko Argüello, iniciador del Camino, es el autor de la sinfonía.

«Hombres tirados en la calle, muertos de frío. Niños abandonados y recogidos en orfanatos de horror, donde son violentados y abusados. Aquella mujer con párkinson que conocí, abandonada por su marido.

Me quedé sobrecogido ante Jesús muerto en la cruz presente en ella y en tantos otros. Qué misterio el sufrimiento de tantos inocentes que cargan con el pecado de otro», explicó Kiko Argüello, quien a renglón seguido, evocó a «la fila de mujeres y niños desnudos hacia la cámara de gas, y aquel dolor profundo de uno de los guardianes que dentro de su corazón sentía una voz: “Entra en la fila y ve con ellos a la muerte“ y no sabía de dónde venía. Dicen que después del horror de Auschwitz ya no se puede creer en Dios. ¡No es verdad! Dios se ha hecho hombre para cargar con el sufrimiento de todos los inocentes. Él es el inocente total, el cordero llevado al matadero sin abrir la boca, el que carga con los pecados de todos. En esta obra querríamos sostener a la Virgen que acepta la espada que, según el profeta Ezequiel, Dios ha preparado por los pecados de su pueblo y que ahora atraviesa su alma», subrayó.

La pieza, de 20 minutos, es casi toda instrumental y va creciendo en emotividad. En su final el coro repite: «María, Madre de Dios». En Galilea los cardenales, obispos e invitados judíos se alzaron y cantaron «María, Madre de Dios», algunos con lágrimas en los ojos y emoción contenida.

«Esta obra muestra una profunda resonancia con la identidad hebraica, el sufrimiento y la esperanza hebrea», afirmó David Rosen. «Es como la historia de dos campesinos que se encuentran y uno le dice al otro, “Boris, ¿me amas?’’. “Claro que te amo’’.“Boris, ¿sabes qué es lo que me hace sufrir?’’.“No lo sé’’. “Entonces, ¿cómo puedes decir que me amas si no sabes qué es lo que me hace sufrir?’’».

Por otro lado, el director de Turismo de Israel aludió a la Domus Galilea como el «edificio más hermoso de Israel» que hace presente «que los judíos y cristianos somos hermanos porque tenemos las mismas raíces». «Juan Pablo II abrió la puerta de amor entre cristianos y hebreos; una puerta que no se cerrará jamás», comentó el director.

Benedicto XVI, al tanto de la obra
El Papa ya conoce parte de esta pieza musical, porque los músicos españoles la interpretaron ante él hace pocas semanas en el aula Pablo VI durante una audiencia que concedió al Camino y en la que envió a 200 nuevas familias en misión. Para Kiko Argüello, se trata de un espacio más de apostolado al servicio de la nueva evangelización.

La orquesta neocatecumenal fue creada exclusivamente para la ocasión y estaba compuesta por cien instrumentistas y cincuenta coristas.

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